PAUTAS DE LA NORMA Y AUTORIDAD
sábado, 3 de noviembre de 2012
sábado, 22 de septiembre de 2012
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miércoles, 19 de septiembre de 2012
Los Maestros
LOS
MAESTROS
NORMAS
CLARAS
Los
padres de familia, los docentes y, en general, casi todos los adultos, creemos
que “si las reglas de juego son claras, no hay razón para que los hijos no
hagan las cosas bien, salvo que sean desobedientes”. Esto no solo no es cierto,
sino que puede ser un gran error creer que las normas permiten arreglar la
vida. Menos, si se trata de niños. Ellos responden más a las acciones, al
contagio emocional, al ejemplo, al buen trato.
La
palabra presupone una experiencia, un conocimiento adquirido, vivenciado.
¿Ha
pensado usted qué significa para un niño, en términos experienciales, portarse
bien? Haga el intento, y pregúnteles a unos cuantos niños qué quiere decir eso,
y va a ver que las respuestas hablan también de cosas teóricas, pero que no
tienen nada que ver con lo que ellos pueden hacer o tienen integrado como
propio.
A
las palabras se accede mucho antes que a todas las experiencias a que ellas
aluden, lo que permite que los adultos creamos que no es más sino decir lo que
se debe hacer y con eso alcanza. Así nos va en la vida con los hijos pequeños.
Ellos saben que tienen que contestar que sí ante la ingenua pregunta: “¿me
entiendes?”, pero eso no significa que lo vayan a hacer como lo ofrecen.
Simplemente, son palabras.
De
paso, más ingenuos los reclamos que dicen: “pero ¿cuántas veces te tengo que
repetir que…?” o “quiero que me expliques por qué no me haces caso…”.
Nada
más alejado del interés de los niños que no hacer caso. A ellos o a ellas lo
que les interesa es pasar bueno, y eso no permite que puedan retener el
significado de aquellas palabras que un adulto le dijo que debería tomar en
cuenta para poder ganarse un futuro elogio. Eso es absurdo esperarlo.
Entonces
depende de nosotros que no nos sigamos haciendo trampa y echándoles las culpas
a los niños como si ellos no quisieran hacer las cosas que para nosotros son
tan loables. Simplemente, hay que pensar que los lenguajes de los adultos y los
de los niños son francamente diferentes.
Nosotros
vivimos en las ideas, en las palabras, en la especulación, en el juicio. Ellos
se mueven en el terreno de las acciones, de los juegos, de la diversión, del
entretenimiento, y lo que nosotros les proponemos suele estar muy alejado de
sus intereses, y más complicado aún, de su comprensión.
Recordemos
que hasta casi los doce años (para los interesados: leer -¿releer?- a Piaget),
los niños no han completado todas sus estructuras mentales como para poder
operar de pleno como un adulto (inteligente). Así que no esperemos tanto de las
palabras. Y recordemos que las normas se han construido y se seguirán
construyendo siempre con palabras. Aquí entre nos: no podríamos decir que para
todos los adultos las palabras son tan claras, tampoco… pero eso podría ser
tema de otra reflexión como ésta.
La Familia
LA FAMILIA
Es
la primera escuela donde aprendemos a comunicarnos, en su interior Se
establecen formas de comunicación para tratar de entenderse y satisfacer las
necesidades de sus integrantes.
Estos
son los principales errores que, con más frecuencia, debilitan y disminuyen la
autoridad de los padres:
La permisividad. Es
imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de
lo que es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes
o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien o lo que está
mal. El dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo
a frustrarlo o por comodidad es el principio de una mala educación. Un hijo que
hace "fechorías" y su padre no le corrige, piensa que es porque su
padre ni lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y límites para
crecer seguros y felices.
Ceder después de decir no.
Una vez que usted se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar
es la del no. El no es innegociable. Nunca se puede negociar el no, y perdone
que insista, pero es el error más frecuente y que más daño hace a los niños.
Cuando usted vaya a decir no a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha
atrás. Si usted le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión, porque
ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, su hijo no puede
ver la televisión aunque le pida de rodillas y por favor, con cara suplicante,
llena de pena, otra oportunidad. Hay niños tan entrenados en esta parodia que
podrían enseñar mucho a las estrellas del cine y del teatro.
En cambio, el sí, sí se puede negociar. Si
usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué
programa y cuanto rato.
El autoritarismo. Es
el otro extremo del mismo palo que la permisividad. Es intentar que el niño/a
haga todo lo que el padre quiere anulándole su personalidad. El autoritarismo
sólo persigue la obediencia por la obediencia. Su objetivo no es una persona
equilibrada y con capacidad de autodominio, sino hacer una persona sumisa,
esclavo sin iniciativa, que haga todo lo que dice el adulto. Es tan negativo
para la educación como la permisividad.
Falta de coherencia. Ya
hemos dicho que los niños han de tener referentes y límites estables. Las
reacciones del padre/madre han de ser siempre dentro de una misma línea ante
los mismos hechos. Nuestro estado de ánimo ha de influir lo menos posible en la
importancia que se da a los hechos. Si hoy está mal rayar en la pared, mañana,
también.
Igualmente
es fundamental la coherencia entre el padre y la madre. Si el padre le dice a
su hijo que se ha de comer con los cubiertos, la madre le ha de apoyar, y
viceversa. No debe caer en la trampa de: "Déjalo que coma como quiera, lo
importante es que coma".
Gritar. Perder los estribos. A
veces es difícil no perderlos. De hecho todo educador sincero reconoce haberlos
perdido alguna vez en mayor o menor medida. Perder los estribos supone un abuso
de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para
el niño. Además, a todo se acostumbra uno. El niño también a los gritos a los
que cada vez hace menos caso: Perro ladrador, poco mordedor. Al final, para que
el niño hiciera caso, habría que gritar tanto que ninguna garganta humana está
concebida para alcanzar la potencia de grito necesaria para que el niño
reaccionase.
Gritar conlleva un gran peligro
inherente. Cuando los gritos no dan resultado, la ira del adulto
puede pasar fácilmente al insulto, la humillación e incluso los malos tratos
psíquicos y físicos, lo cual es muy grave. Nunca debemos llegar a este extremo.
Si los padres se sienten desbordados, deben pedir ayuda: tutores, psicólogos,
escuelas de padres...
No cumplir las promesas ni las amenazas. El
niño aprende muy pronto que cuanto más promete o amenaza un padre/madre menos
cumple lo que dicen. Cada promesa o amenaza no cumplida es un girón de
autoridad que se queda por el camino. Las promesas y amenazas deber ser
realistas, es decir fáciles de aplicar. Un día sin tele o sin salir, es
posible. Un mes es imposible.
No negociar. No
negociar nunca implica rigidez e inflexibilidad. Supone autoritarismo y abuso
de poder, y por lo tanto incomunicación. Un camino ideal para que en la
adolescencia se rompan las relaciones entre los padres y los hijos.
No escuchar.
Dodson dice en su libro El arte de ser padres, que una buena madre -hoy también
podemos decir padre- es la que escucha a su hijo aunque esté hablando por
teléfono. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los escuchan. Y el
problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos. Los han juzgado,
evaluado y les han dicho lo que habían de hacer, pero escuchar... nunca.
Exigir éxitos inmediatos.
Con frecuencia, los padres tienen poca paciencia con sus hijos. Querrían que
fueran los mejores... ¡ya! Con los hijos olvidan que nadie ha nacido enseñado.
Y todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondientes errores.
Esto que admiten en los demás no pueden soportarlo cuando se trata de sus
hijos, en los que sólo ven las cosas negativas y que, lógicamente, "para
que el niño aprenda" se las repiten una y otra vez.
Sin
embargo, una vez que sabemos lo que hemos de evitar, algunos consejos y
"trucos" sencillos pueden aligerar este problema, ofrecer un
desarrollo equilibrado a los hijos y proporcionar paz a las personas y al
hogar. Estos consejos sólo requieren, por un lado, el convencimiento -muy
importante- de que son efectivos y, por otro, llevarlas a la práctica de manera
constante y coherente.
Algunas
de estas técnicas ya han sido comentadas al hablar de los errores, y ya no
insistiré en ellas. Me limitaré a enunciar brevemente, actuaciones concretas y
positivas que ayudan a tener prestigio y autoridad positiva ante los hijos:
Tener
unos objetivos claros de lo que pretendemos cuando educamos. Es la primera
condición sin la cual podemos dar muchos palos de ciego. Estos objetivos han de
ser pocos, formulados y compartidos por la pareja, de tal manera que los dos se
sientan comprometidos con el fin que persiguen. Requieren tiempo de comentario,
incluso, a veces, papel y lápiz para precisarlos y no olvidarlos. Además deben
revisarse si sospechamos que los hemos olvidado o ya se han quedado desfasados
por la edad del niño o las circunstancias familiares.
Enseñar con claridad cosas concretas. Al
niño no le vale decir "sé bueno", "pórtate bien" o
"come bien". Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que
sí le vale es darle con cariño instrucciones concretas de cómo se coge el
tenedor y el cuchillo, por ejemplo.
Dar tiempo de aprendizaje. Una
vez hemos dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las
pone en práctica, necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas,
si es necesario. Son cosas nuevas para él y requiere un tiempo y una práctica
guiada.
Valorar
siempre sus intentos y sus esfuerzos por mejorar, resaltando lo que hace bien y
pasando por alto lo que hace mal. Pensemos que lo que le sale mal no es por
fastidiarnos, sino porque está en proceso de aprendizaje. Al niño, como al
adulto, le encanta tener éxito y que se lo reconozcan.
ejemplo
para tener fuerza moral y prestigio. Sin coherencia entre las palabras y los
hechos, jamás conseguiremos nada de los hijos. Antes, al contrario, les
confundiremos y les defraudaremos. Un padre no puede pedir a su hijo que haga
la cama si él no la hace nunca.
Confiar en nuestro hijo. La
confianza es una de las palabras clave. La autoridad positiva supone que el
niño tenga confianza en los padres. Es muy difícil que esto ocurra si el padre
no da ejemplo de confianza en el hijo.
Actuar
y huir de los discursos. Una vez que el niño tiene claro cual ha de ser su
actuación, es contraproducente invertir el tiempo en discursos para
convencerlo. Los sermones tienen un valor de efectividad igual a 0. Una vez que
el niño ya sabe qué ha de hacer, y no lo hace, actúe consecuentemente y
aumentará su autoridad.
Reconocer
los errores propios. Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento
de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño/a y le
anima a tomar decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son
fracasos, sino equivocaciones que nos dicen lo que debemos evitar. Los errores
enseñan cuando hay espíritu de superación en la familia.
Todas
estas recomendaciones pueden ser muy válidas para tener autoridad positiva o
totalmente ineficaces e incluso negativas. Todo depende de dos factores, que si
son importantes en cualquier actuación humana, en la relación con los hijos son
absolutamente imprescindibles: amor y sentido común.
Educar
es estimar, decía Alexander Galí. El amor hace que las técnicas no conviertan
la relación en algo frío, rígido e inflexible y, por lo tanto, superficial y
sin valor a largo plazo. El amor supone tomar decisiones que a veces son
dolorosas, a corto plazo, para los padres y para los hijos, pero que después
son valoradas de tal manera que dejan un buen sabor de boca y un bienestar
interior en los hijos y en los padres
El
sentido común es lo que hace que se aplique la técnica adecuada en el momento
preciso y con la intensidad apropiada, en función del niño, del adulto y de la
situación en concreto. El sentido común nos dice que no debemos matar moscas a
cañonazos ni leones con tirachinas. Un adulto debe tener sentido común para
saber si tiene delante una mosca o un león. Si en algún momento tiene dudas,
debe buscar ayuda para tener las ideas claras antes de actuar.
¿QUÉ SON NORMAS Y LÍMITES?
LÍMITES: Es
decirle hasta dónde puede llegar, lo que puede hacer y hasta dónde no puede.
Los límites proporcionan seguridad y protección al niño para enfrentarse al
mundo.
NORMAS: Es
la forma en que se traducen los límites a la práctica. Cada familia establece sus
propias normas. Las normas marcan la organización necesaria para la
convivencia. Algunos concejos para lograr comportamientos adecuados
·
Estilos de comunicación
·
Escuchar activamente
·
Habilidad para motivar
Empatía La comunicación sirve para:
·
establecer contacto con las personas
(relacionarse)
·
dar o recibir información
·
expresar
o comprender lo que pensamos
·
transmitir
nuestros sentimientos
·
compartir o poner en común algo a alguien
El diálogo
· Exceso
de diálogo: Se intenta verbalizar absolutamente todo (sermoneador). Se confunde
diálogo con monólogo. tiempo para El niño no expresa su opinión
·
Alternativas: darle que entienda lo que se le
dice, preguntarle qué opina (interacción)
· Falta
de diálogo: Por prisas no se da importancia a charlar. Se trasmite al niño que
su vida cotidiana no tiene interés para sus padres. Al principio disminuyen los
conflictos
· Alternativas: reservar un tiempo todos los
días (comida, cena) roces), pero se pierde esa oportunidad donde la actividad
más importante sea escucharse unos a otros
·
El diálogo Otros errores: Señalar únicamente
comportamientos negativos (etiquetas), hacer reproches continuamente. No
interpretar lo que el niño quiere decir realmente. Elegir el momento y el lugar
inadecuados. Abusar de los “deberías”. Cortar las conversaciones con
interrupciones externas (móvil). TV encendida.
· Silencios: Horarios complicados: El silencio también habla (la palmada, la mirada, el Exceso de actividades acompañamiento…)
· Silencios: Horarios complicados: El silencio también habla (la palmada, la mirada, el Exceso de actividades acompañamiento…)
La autoridad Es el carácter o la
representación que tiene una persona por su mérito, trabajo o nacimiento. Pautas
para ganarse la autoridad:
·
establecer normas de funcionamiento
·
acordar
entre los padres lo que se quiere conseguir
·
cumplir y hacer cumplir las normas
·
no llegar al autoritarismo (ejercicio
arbitrario de la autoridad)
·
no llegar al abandonismo (renunciar a ejercer
la autoridad
La autoridad Estilos de autoridad:
·
autoritario: Es rígido en las normas e impone las
soluciones
· Hijos: melancólicos, culpables, puede que
agresivos
· Permisivo o sobreprotector: No explica con
claridad las normas y no mantiene los límites
· Hijos:
poco cooperativo: confiados, inseguros, poco autocontrol . Establece reglas
claras y refuerza o sanciona su cumplimiento , Hijos: responsables, con autocontrol, alegres,
decididos
Como Tener Autoridad Con Los Hijos
COMO TENER AUTORIDAD CON LOS HIJOS
Para conseguir autoridad en casa, es
importante tomar decisiones correctas y útiles para el niño día a día. La
palabra autoridad se deriva del verbo latino "augere", que
quiere decir ayudar a crecer. Es importante distinguir entre:
· "ser autoridad"
· "tener poder"
· "tener autoridad"
Todos los padres disponemos del
mismo capital de autoridad, pero en cambio, vemos a diario que, cuando un niño
tiene sólo tres años, ya hay padres que han sido capaces de aumentar su autoridad
y padres que han perdido gran parte del capital con que partieron. Para seguir
teniendo autoridad es preciso ganarla día a día con decisiones:
· Correctas
· Justas
· Útiles
El ser
autoridad conlleva no sólo tener poder para mandar a otros, sino
también una capacidad coercitiva. Es aquello de que quien manda, manda,
aunque mande mal. Cuanta más autoridad tenemos como padres, menos hemos de
ejercer el poder. Y al contrario, en la medida que nuestra autoridad disminuye,
debemos imponer medidas coercitivas: castigos, gritos, enfados, etc… que cada
día han de ser mayores para que tengan efecto, deteriorando así la buena
relación entre nosotros y nuestros hijos y, en consecuencia, la calidad de vida
familiar.
Si nuestro hijo no encuentra
"autoridad" en casa porque la hemos perdido, la busca fuera de ella.
Busca líderes individuales que no siempre son positivos para él o se
refugia en el grupo al que sigue y sirve de modo gregario (gregario quiere
decir en rebaño) ciegamente, sin hacer caso a los esfuerzos de las personas que
lo quieren bien.
El primer requisito para
tener autoridad es, ejercerla día a día. Como cualquier actividad, si no se
practica se pierde. Los padres hemos de tomar decisiones diarias que ayuden a
nuestro hijo a respetar los límites naturales, que le ayuden a madurar como
persona. La permisividad y el "dejar hacer" son enemigos de la
autoridad que ayuda a crecer.
En segundo lugar es
necesario huir del autoritarismo, consistente en el ejercicio del poder de
modo injusto, inútil y cuando no se debe.
En tercer lugar, para tener
autoridad es preciso tener prestigio. Una persona tiene prestigio cuando
se le reconoce una habilidad o cualidad determinada. El prestigio de los padres
ante los hijos no depende ni del dinero que ganan, ni del coche que tienen, ni
de la práctica de un deporte, ni tan siquiera del cargo que ocupan, sino que
depende de tres factores fundamentales:
· Del modo de ser de la persona: generosa, serena, optimista,
humilde, generosa,
· Del modo de trabajar: el hijo exige de sus padres un trabajo de
calidad y un comportamiento honrado en su actividad laboral.
· Del modo de tratar a los demás: Tanto a la familia como a los
amigos y compañeros, o a la sociedad en general.
martes, 18 de septiembre de 2012
Película Recomendada
EL SEÑOR DE LAS MOSCAS
La
novela está situada en una pequeña isla en medio del inmenso océano, en la que
un avión sufre un accidente dejando sólo como supervivientes a los niños que
viajaban en el, la isla no está habitada por nadie. Desde que los niños llegan
a la isla hasta el fin de la obra pasa un
tiempo que entre ellos se produce todo tipo de disputas por ser el jefe
y tener la caracola las cuales incluso llegan a la muerte a Simon y a Piggy.
Un accidente aviación
provoca que un grupo de jóvenes tengan que vivir solos en una isla, el más
mayor de ellos no supera los catorce años así que se tendrán que arreglar sin
personas mayores. Los dos primeros muchachos que se nos presentan en el libro
son Ralph y Piggy después de haber sufrido el accidente, los dos empiezan a
buscar más gente pero no saben cómo llamarlos para que se les oiga bien. Ralph
encuentra una caracola blanca rosada de unos 50 centímetros cerca de una laguna
que hay en la playa y Piggy le recomienda que la sople porque así sonará y los
demás muchachos vendrán, en efecto, nada mas hacer sonar la caracola comenzaron
a venir niños , entre ellos se encontraba Jack Medirrew el director de un coro
al que acompañaban los integrantes del mismo, la gran piedra rosada en la que
se reunieron la bautizaron con el nombre de la plataforma y el sonido de la
caracola servirá para los niños acudan a la plataforma porque se convoca una
asamblea.
Los muchachos, se ven
forzados a organizar su existencia en la pequeña isla desierta y para ello
comienzan por designar un jefe en común por
votación, Ralph es el elegido e impone unas normas basadas en las costumbres
civilizadas y propone hacer una hoguera en lo alto de la isla para que si pasa
algún barco les puedan rescatar. Todos suben a hacer la hoguera y con la ayuda
de las gafas de Piggy hacen una gran hoguera, los chicos del coro guiados por
Jack se convierten en cazadores y salen a cazar algo para comer.
Los muchachos
componen una célula autónoma, sin un objetivo claro más que la fuerte esperanza
inicial, establecida en el capítulo 1, de ser rescatados. Sentimiento que es
reforzado por el recuerdo del hogar. Y es así que al principio se genera una
organización similar a la aprendida con los adultos. La hoguera vigilada por
los cazadores se descuida justo cuando un barco pasa cerca de la isla con lo
que Ralph les echa una buena bronca. El temor es generado por los más pequeños,
dan origen a la Bestia, y este temor hace mella creciente en los más grandes y
a la vez pone en duda la creencia en el rescate. De manera que crece la Fuerza
de la Bestia.
Los cazadores se
deciden ir en busca de la bestia y si hay alguna cazarla, los cazadores
investigan en la isla pero no encuentran nada, al día siguiente vuelven a
investigar al único sitio que habían dejado sin explorar, fueron a la cima de
la isla donde encontraron a un monstruo irreal ya que era un simple paracaídas
con una especie de muñeco que cuando soplaba el aire se le levantaba la cabeza
y parecía que estaba vivo. Empieza a ver grandes disputas entre Ralph y Jack y
entonces se separan en dos grupos uno el que componían los mellizos, Ralph,
Simon y Piggy y el otro que lo componían Jack y sus cazadores.
Una vez separados
Jack y sus cazadores cazan a un jabalí, le cortan la cabeza y la ponen en un
palo para ofrecérsela a la bestia. Jack y los suyos comienzan a volverse
salvajes formando una tribu y pintándose la cara y el cuerpo, comportándose
cómo auténticos salvajes. Cuando el Señor de las Moscas (conjunto de moscas)
que es la bestia acude a comer la cabeza del jabalí se percata de que Simon le
ha visto y va hacia él, le explica que él provoca el mal entre todos los niños
y le amenaza que seguirá siendo así. Esa misma noche hay una tremenda tormenta
durante la cena y Simon muere.
De nuevo Jack y los
suyos cazan otra res y bajan a la plataforma a robarles el fuego de la hoguera
para así poder asar el cerdo, cómo la hoguera que hicieron en la plataforma se
había apagado decidieron robar las gafas de Piggy. En la plataforma se
desencadenó una gran pelea en la que más de uno salió bien dañado, e incluso
Piggy que casi ciego. Ralph los mellizos y Piggy junto con la caracola
decidieron subir a la cima de la montaña donde los salvajes tenían su
campamento para recuperar las gafas de Piggy. Mientras la cena se vuelven a
pelear y un cazador lanza mediante una palanca una gran piedra a Piggy la cual
le produce una muerte instantánea y la destrucción en miles de pedazos de la
caracola.
Ahora sólo quedaban
unidos los mellizos y Ralph porque los demás estaban con Jack, pero no por
mucho tiempo debido a que Jack y sus cazadores obligaron a los mellizos a
unirse a su tribu. Sólo quedaba Ralph y Jack mandó empezar una cacería humana
contra él cómo si fuera un simple animal todo aquel que lo encontrase debería
atravesarlo con su lanza, cómo no lo encontraban incendiaron gran parte de la
isla para que tuviera que salir de su refugio. Ralph pasó el tiempo escondido
en los arbustos oscuros pasando de unos a otros hasta que cuando ya casi lo
tenían apareció un oficial de marina que había visto la isla en llamas y todos
volvieron a casa gracias al marine en un barco.
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